El 3 de marzo de 2023 celebramos diez años de Rodeemos el Diálogo con una conferencia que contó, en el primer panel, con la participación del Embajador del Reino Unido en Colombia, George Hodgson; del Congresista del Pacto Histórico, Alirio Uribe; del director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia, Ricardo Peñaranda; y de la profesora del mismo instituto y exnegociadora de paz para el gobierno Santos, Socorro Ramírez.

En esa ocasión compartí unas reflexiones sobre lo que hemos aprendido desde la sociedad civil en esta década de nuestro esfuerzo por rodear la construcción de paz en Colombia. Argumenté que Rodeemos el Diálogo cree en la “paz total” por dos razones.

Primero, porque es una apuesta holística para romper el vínculo entre la violencia directa y la violencia estructural. Este enfoque integral crea las posibilidades para poner fin al conflicto y construir paz a largo plazo.

Segundo, porque está basada en las expresiones de voluntad de varias partes para negociar el fin de la violencia directa, y tiene una legitimidad profunda arraigada en los reclamos de las comunidades.

No obstante, los desarrollos muestran varias dificultades. Los actores armados involucrados muestran incongruencias: afirman tener voluntad de paz y simultáneamente adelantan acciones violentas que analistas interpretan como la demostración de que están sacando ventaja de la oferta improvisada del gobierno.

Además, sectores de la sociedad civil con influencia en la opinión pública se muestran escépticos porque creen que no existe un plan claro, ni los incentivos para que los armados se desmovilicen, ni el garrote necesario para asegurar el desmonte de sus estructuras.

Es normal que diversos sectores sean escépticos frente a esta propuesta, ya que la “paz total” es un cambio de paradigma que trastoca la aproximación lineal donde la secuencia propuesta es:

  1. negociación
  2. fin del conflicto
  3. y construcción de paz.

Esta es la aproximación habitual de la paz liberal, que fue el paradigma más reciente en la memoria de los colombianos, empleado en el proceso de paz entre el gobierno Santos y las Farc.

En vez de poner al inicio la negociación entre dos partes, la “paz total” pone en el centro, de principio a fin, a la sociedad: para acordar las reformas estructurales locales y nacionales, y para respaldar reformas internacionales amplias para desmontar un sistema de guerra que se expande más allá de las fronteras nacionales.

Debido a la centralidad de la sociedad civil en este nuevo paradigma de construcción de paz, vale la pena enumerar las lecciones que hemos aprendido para que la sociedad rodee la “paz total”.

Primero, es importante nutrir la paciencia. Los avances en la construcción de paz no son lineales, los procesos son siempre imperfectos, al igual que los actores y los individuos involucrados directamente. Por tanto, la sociedad civil debe reaccionar sin apresurarse, sin generar presión negativa innecesaria.

Segundo, es necesario valorar la humildad. Debemos reconocer que no sabemos todo lo que está pasando en los acercamientos con los grupos armados, mucho menos sus efectos. Igualmente, debemos aceptar que la evidencia muestra que las políticas del pasado, como la guerra contra las drogas, han fracasado.

Por tanto, es necesario que la sociedad civil sea escéptica de lo que cree que sabe y esté abierta al asombro de lo que va cambiando; que esté dispuesta a revaluar supuestos y percepciones.

Tercero, es preciso despertar la curiosidad. Si nos creemos dueños de la verdad habremos fracasado. Es necesario dialogar entre muchos actores, con diferentes posiciones, desde diferentes lugares, para ir construyendo una corriente de sentido compartido. Es necesario buscar información, sistematizarla, analizarla y compartirla para tratar de tener una comprensión más cercana a lo que está sucediendo.

Por tanto, la sociedad civil debe explorar las oportunidades que ofrece el presente y buscar apoyar los esfuerzos para terminar el conflicto y construir una paz duradera, porque la ventana de oportunidad se nutre de propuestas, pero se cierra con los ataques.

Cuarto, es fundamental desatar la creatividad. La sociedad civil debe tener la mente abierta para transformar obstáculos en oportunidades, para ser propositiva, para que en medio de las dificultades no se pierda el horizonte de vivir en paz, para rodear el diálogo en medio de la adversidad y transformar imaginarios.

Quinto, es clave resonar. La sociedad civil debe:

  1. sentar posiciones públicas frente a los equipos negociadores para que nuestras reflexiones a través de una polifonía de voces fundada en el respeto sean escuchadas;
  2. organizar espacios públicos para dialogar sobre los avances, retos y oportunidades de la “paz total”;
  3. hacer una apuesta pedagógica para coconstruir un sentido compartido sobre lo que implica para Colombia construir la “paz total”;
  4. incidir dentro y fuera de Colombia para que la comunidad internacional siga respaldando esta apuesta que nos beneficia a todos, sobre todo a las próximas generaciones, para que no estén atrapadas en la dinámica de violencia que hasta ahora nos ha tocado vivir.

Sin embargo, existen tres grandes retos para la sociedad civil.

Primero, la desconfianza. Es difícil creer que los otros actúan con motivos nobles; creemos que actuar para sacar ventaja es una apuesta de suma cero, y por eso no confiamos en la buena fe del otro.

Segundo, está la superioridad moral e intelectual. Creemos que porque sabemos cómo hicimos cosas en el pasado tenemos derecho a juzgar, a anular otras apuestas, o que nuestra matriz moral es la correcta; esto nos cierra la mente.

Tercero, creer que esto va a ser fácil. Nos desilusionamos al primer tropiezo, bajamos los brazos ante la complejidad y nos entregamos al fracaso y a la crítica destructiva.

La “paz total” no llegará en este gobierno. Estos cuatro años son una oportunidad para sentar las bases, pero las transformaciones que están en marcha (y que vienen de tiempo atrás, de gobiernos anteriores) tomarán al menos un par de décadas más.

Por tanto, basados en las lecciones del pasado y los retos del presente, es importante reconocer que necesitamos mucha inteligencia emocional, mucha cultura de diálogo y mucha participación porque la “paz total” necesita de muchos constructores. Y la mejor forma de aprender a construir es haciendo.

Es el cofundador de Rodeemos el Diálogo (ReD), profesor investigador en el Centro de Religión, Reconciliación y Paz de la Universidad de Winchester e investigador asociado de PostiveNegatives en Soas, Universidad de Londres. Se doctoró en relaciones internacionales en la Universidad de Sussex. Sus...